OBJETOS ESPECTRALES

OBJETOS ESPECTRALES

En Diseño y delito, señala Hal Foster cuatro estrategias maestras en torno a las cuales, más allá de las narrativas que se agotaron en el supuesto fin del arte, se estructura el arte de nuestro tiempo: 1) el “trauma”, relacionado con el regreso y la articulación de lo reprimido, ya sea personal o histórico; 2) lo “asíncrono”,  que trata de hacer un nuevo medio a partir de los residuos de viejas formas, manteniendo juntos los diferentes indicadores temporales en una única estructura visual; 3) lo “incongruente”, expresado como una yuxtaposición de huellas de diferentes espacios; y 4) lo “espectral”, caracterizado por el trabajo con la noción de lo fantasmal y lo “siniestro” doméstico. Las fotografías de Mar Sáez presentadas en esta exposición, de un modo u otro, parecen poner en juego casi el total de las estrategias nombradas por Foster. Quizá lo más evidente es el modo en que las obras trabajan con lo “incongruente”, sacando a los objetos fuera de su lugar específico (el hogar contemporáneo) y situándolos en la naturaleza, donde pierden por completo su función. En segundo lugar, habría que hablar de lo “asíncrono”, pues las incongruencias espaciales se dan también a un nivel temporal: en las fotos se dan cita elementos que pertenecen a regímenes cronológicos diferentes; por un lado, la tecnología, signo del progreso y la linealidad del tiempo, y, por otro, la tierra, vinculada a lo fijo y estable, aquello que nunca cambia. Ese desajuste espacio-temporal produce en el espectador una sensación de desasosiego que bien podríamos relacionar con aquello que Freud llamó lo siniestro, “esa suerte de sensación de espanto que afecta las cosas conocidas y familiares desde tiempo atrás”. Es decir, el extrañamiento de lo familiar. De algún modo, esos objetos tecnológicos, sacados de contexto, se presentan como amenazantes, dotados de una vida que no tienen. Esta espectralidad del muerto viviente nos conduciría casi irremisiblemente a la cuestión de lo traumático, pues esos objetos transitan por la frontera de los miedos reprimidos del sujeto contemporáneo, en especial aquellos referidos a una supuesta rebelión de las máquinas que acabaría con la raza humana, aunque también cabría decir que estos objetos, más que amenazantes, podrían ser vistos como objetos melancólicos. Bajo esa apariencia de fortaleza y grandiosidad, uno se percata enseguida que, en fondo, se trata de objetos inútiles, que nada pueden sin la conexión a las fuentes de energía. Objetos que ya no son más que objetos. Cosas que parecen esperar a ser utilizadas de nuevo. Es aquí donde se muestra la ausencia primordial que desestabiliza al espectador: que no hay nadie allí para usar los objetos. Lo humano ha quedado entre paréntesis. Lo humano es lo que falta. Y esa falta es la que realmente nos da la medida de lo traumático y lo espectral. Es el Hombre el que verdaderamente está fuera de lugar. ¿Dónde? Habrá que preguntarle a los objetos.

Miguel Ángel Hernández-Navarro

GHOSTLY OBJECTS

In Design and Crime, Hal Foster points out four main strategies around which the art of our time is structured, and which reached further than the narratives that are exhausted with the supposed goal of art. They are: 1) “trauma”,  which relates  to returning and the articulation of what has been repressed, whether it is personal or historical; 2) the “asynchronous”,  which relates to creating a new medium from the remainder of old forms, keeping the different temporal indicators together in a unique visual structure; 3) the “incongruent”, expressed as a juxtaposition of marks from different spaces; and 4) the “ghostly”, characterized by  work with the notion of that which is ghostly and the domestic “sinisterness”. In one way or another, the photographs by Mar Sáez that have been presented in this exhibition seem to bring almost all of the strategies named by Foster into play. Perhaps the most evident thing is the way in which the pieces work with the “incongruent”, taking the objects away from their specific place (the contemporary home) and placing them within the context of nature, where they lose their function completely. Secondly, the “asynchronous” must be discussed, that is to say, spacial incongruencies are also to be found on a temporary level: in the photos elements that belong to different chronological systems congregate; on one hand, technology, a sign of progress and the linearity of time, and on the other hand, the earth, linked to that which is fixed and stable, that which never changes. This  space-time balance produces an uneasiness in the spectator which we could relate to what Freud referred to as the sinister, “this lucky, fearful sensation that affects known, familiar things from beforehand”. That is to say, missing that which is familiar. In some way, these technological objects, removed from their context, appear to be threatening, equipped with a life that they do not have. This ghostliness of the living dead almost undoubtedly leads us to the question of the traumatic, as these objects cross the border of the repressed fears of the contemporary subject, especially those which relate to a supposed machine rebellion which would finish off the human race, although one could also say that these objects, rather than being threatening, could be seen as melancholic objects. Beneath the appearance of strength and grandeur, one notices straight away that, at the core of things, they are useless objects that could not do anything without being connected to a source of energy. Objects that are nothing more than objects. Things that appear to be waiting to be used again. It is here that the primordial absence that destabilizes the spectator is evident: there is no one there to use the objects. That which is human has remained between parentheses. That which is human is what is missing. And this absence is what really gives us the measure of that which is traumatic and that which is ghostly. It is Man that is really out of place. Where? We will have to ask the objects.

Miguel Ángel Hernández-Navarro

Translation by Helen Scott